El rayo de sol que sin complejo
destroza el gris cemento del cielo,
es el foco de un teatro inmenso
que busca un protagonista
para completarse.
Aparece el gato, negro y brillante,
con enigmáticos ojos y
sonrisa cínica se relame
sus garras ensangrentadas.
El primer acto se desarrolla despacio,
mil figurantes cruzan un escenario
sin fondo, vacío,
pájaros de papel cuelgan del techo,
la sala de butacas, desierta
se viste de polvo.
El gato se despereza,
arquea la espalda erizada,
bosteza.
El segundo acto se anima,
los blancos rostros encuentran
un contorno estable,
reaparecen ojos, labios, pómulos,
un murmullo crece.
El gato trepa por el telón,
busca la ventana,
busca el foco impertinente.
No hay tercer acto.
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