martes, 22 de enero de 2013

LICANTROPÍA

El blanco  ojo  
divisa el valle, 
ilumina las oquedades 
y reclama 
desde su inaccesible  
órbita, 
la sangre inocente 
de los habitantes.

El pueblo al anochecer no huele a leña, las ventanas empañadas, los secretos escondidos tras gruesas cortinas. 

Sombras y muertos, 
sombras y muertos, 
 corren salvajes por las calles, 
y lloran, anémicos, 
los que regresaron con ausencias.

 AMANECE

De la mano solía viajar con él una pequeña sombra, 
como de niño, 
que le consolaba después de cada plenilunio. 
Escondía entonces en una nube los sentimientos malditos, 
los que destruyen y coaccionan, 
y cada atardecer rezaba 
para que sobre los montes lejanos de Sierra Morena, 
se condensaran las entrañas, 
y la penas 
y los llantos 
se precipitaran sobre  las grises rocas...






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