Nunca aprendió del todo a ser sincero, lo intentó en multitud de ocasiones: cuando le dijeron el primer te quiero, el día de su boda, cuando tuvo el primer hijo…
…siempre coincidían en su rostro
una sonrisa escarchada,
unos ojos afligidos,
el sofoco de quien miente
por no molestar.
Los años, que no absuelven, fluyeron, se dejó llevar por los acontecimientos, olvidando para otra existencia envolturas tan superficiales como la felicidad. En su fútil esperanza por desarrollar una sabiduría basada en la experiencia del existir, fue consumiendo su vitalidad. Padre amable, marido considerado, hijo atento, sin sobresalir jamás en algo navegaba por su mediocridad, alimentando con poemas a los peces que jugueteaban con su seso…
…divagaba,
asido a la facilidad transitoria
de la felicidad artificial,
se imaginaba
cruzando continentes a lomos
de una destartalada Harley Davidson,
recurriendo a la fantasía
cambiaba su monogamia enfermiza
por un océano de relaciones,
de rupturas,
de entusiasmo,
de ansias,
de sexo…
…y esa vida que incubaba en su más psicodélica soledad, esa imagen onanismo-neuronal, se desprendía de su piel, volviéndose reflejo real y misterioso en la soledad del baño, frente al espejo...
… y pasó que un día,
un día cualquiera,
en un impulso
de grado superior,
con las muñecas
ensangrentadas,
las cuencas blanquecinas,
traspasó el espejo la imagen,
tomó el cuerpo adormecido
y curó con viejas camisetas
los cortes.
No hizo maleta, no quiso dinero. Buscó un refugio donde recuperar fuerzas y partió
en pos de una magia que se hacía real en cada respiración.
Volvió a nacer
sin más horizonte
que la plenitud…
…en casa dejó viuda, y dos niños huérfanos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario