viernes, 1 de marzo de 2013

El cielo rojo


El cielo rojo
despunta por las montañas lejanas,
el equívoco brillo de la nada
se acerca,
se acopla en perfecta sincronía
con la rotación anómala de la Tierra,
sumerge los barrios, los edificios,
en un mundo distinto.

Cierro los ojos,
del músculo ciliar irritado
brotan lágrimas negras,
como sangre ponzoñosa.
Humores que rezuman por los espejos,
que brotan, en picos bajos,
de los pozos encubiertos
del alma.

El cuerpo dolorido
no me pertenece,
lo habito,
eso es todo.

Y resisto la tentación del camino fácil,
lucho contra la vida misma,
que me somete, me empuja,
me domina en su anodino vagar
por un purgatorio de manos llenas
y voces vacías,
de camas de hielo,
de cuerpos de escarcha,
de pesares y ficciones.

Observo el atardecer
desde la burbuja de monóxido,
me deleito con los colores,
reconozco mi estado perenne y
muerden mis entrañas
propósitos pasajeros de evasión.

Falacias, palabras sin destino en este día sin fin, siniestras notas de un vinilo que se repite, horadando el gastado surco hasta sangrar los ojos, hasta sentir el cuerpo, hasta encontrar una salida, un contacto, una vida.

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