sábado, 27 de abril de 2013

Laila canta...





Hay un lugar en las oscuras callejuelas del centro, 
un lugar llamado Golden Gate, 
tras las cortinas -un día rojas- se extienden 
mesas en penumbra, el humo denso, y el jazz...

Una noche cualquiera por unos euros 
puedes alcanzar el cielo, 
en el escenario Laila canta... 

... Juan "el Perro" no deja de mirar...

"El Perro" es un delincuente  honesto en su condición, 
mas tiene en el alma la gran amargura 
de ser un delincuente enamorado.

Laila arquea cada noche 
 la espalda al son del saxofón, 
sentada en el piano sus ojos son ritmo, 
sus manos son ritmo, su voz puro jazz...

"El Perro" se adorme siguiendo el compás de los labios de Laila, 
entre copa y copa enciende un cigarrillo, 
en ese instante, su cara se ilumina con el fogonazo del fósforo, 
y Laila, desde su trono de espuma, ve el brillo de sus ojos.

Y baila...
canta y baila, se diverte siendo 
el centro exacto del deseo voraz. 

Aquella noche doce rosas y una carta para Laila, 
"El Perro" prepara un buen golpe:
- Amor, tengo la suerte de compañera...

Laila ve a lo lejos hermosas y molestas luces azules...

"El Perro" de rodillas en la acera, 
-llueve-
el agua no limpia de sus manos la sangre.
La suerte perra aúlla, 
algo salió mal, 
tapona la herida, 
lo dejan solo. 

Hermosas y molestas luces azules...

Pasa un año,
pasan dos,
doce rosas 
entre rejas.

"El Perro" camina asustado por las calles,
asustado como un niño.

-Nunca fue niño, es una experiencia nueva- 

Laila no existe, 
-dicen las calles- 
Laila está muerta, 
se la llevó un demonio 
de fina arena.

El Perro maldice su suerte, 
se sienta en su mesa,
entre copa y copa aparenta
que el local no está cerrado,
que el jazz sigue sonando,
que Laila sonríe cantando 
"My one and only love".






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