El doctor Fables sabía lo que significaba
aquella mirada perdida,
los labios negros,
la carne esponjosa de los pómulos,
sabía también que los síntomas
aparecían y desaparecían con una pauta
sostenida en el tiempo y en el espacio.
El paciente recibía lithium, estractos de estramonio
y rigurosas dosis de polaridad
estructuradas y transformadas
en alternancias de insomnio y somnolencia.
El paciente mostraba leves mejorías:
los días nublados comentaba sus visiones
con las criaturas oscuras que se alimentaban
de las sobras del sanatorio,
algunas mañanas, se atrevía a pasear por el jardín
y aguantaba el bautismo de lluvia
las tardes de tormenta.
El paciente mejoraba,
mejoraban sus labios, ahora grisáceos,
la mirada seguía perdida, pero la pupila encontraba
el sendero de vuelta y chispeaba en la oscuridad,
intermitente pero estable,
los pómulos se endurecían y el doctor Fables
albergaba la esperanza de asistir al milagro
de la estandarización.
El día que las autoridades declararon
la inexistencia de la realidad el paciente
perdió la consciencia, el tratamiento aumentó
su ritmo cardíaco y el doctor Fables,
convertido ya en sombra entre escombros,
dudó de sus capacidades y se esfumó,
literalmente...
Las oscuras criaturas se apiadaron del paciente,
atesoraban con afecto sus conversaciones
y apreciaban el tiempo ente corduras,
en reunión acordaron inyectarle luz
y transformar su cuerpo castigado
en un espejo que reflejara sólo la bondad.
Ahora, lector, busca una vela,
apaga todas las luces,
y en la intimidad de tu hogar
busca un espejo,asómate,
verás el alma del paciente,
y verás, si es noche de luna llena,
tu propia naturaleza.
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