Jacinto Jaenada era conocido por sus poemas
aunque hacía más de un siglo que no escribía,
suyos fueron versos contundentes, de amor y de odio,
versos que removieron la conciencia de toda la Nación.
Sus letras resonaron recitadas por expertos declamadores
en el Templo del Arte y el Saber- si, aquel que queda
a mano derecha según vuelves del cementerio-
Jacinto Jaenada bailaba -a menudo- desnudo en el salón,
de mármol eran los suelos, de madera y espejos las paredes
y giraba y giraba formando círculos perfectos,
persiguiendo la cuadratura centrifugada del verso.
Retomaba sus viejos escritos, corregía de manera compulsiva
mareando las palabras, que vomitaban en orgiástico delirio
emborronando el folio.
Jacinto Jaenada no recordaba cómo se enlazaban las letras,
cuentan que miraba asqueado la silueta de una vocal suelta.
Se autoproclamaba átono y lo gritaba por la soleada ventana
de su olvidado castillo, adjetivando y adjetivando
llegó ha transformarse en adjetivo, calificando cada objeto
con desesperada soltura.
Jacinto Jaenada es hoy un error de conexión,
sólo existe en los libros amarillos,
sus poemas de libertad y amor son lectura obligatoria
en la enseñanza reglada, y su nombre es política,
mas nadie recuerda el aniversario de su muerte.
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