miércoles, 16 de octubre de 2013

Una mala experiencia

Todo comenzó con aquella visita al planeta Tierra...

Su nave era una de esas ciudades flotantes inmensas de alto standing que abundaban en su planeta natal, había ahorrado durante mucho tiempo para poder disfrutar de unas merecidas vacaciones, un interesante recorrido por la Vía Láctea, parando en diversos sistemas planetarios, la mayoría de ellos habitados, un paseo por una de las mayores reservas de biodiversidad del cuadrante. 
Parar en la Tierra no estaba dentro del programa, pero las fiestas que se organizaban en cada una de las cubiertas de la nave unido al voraz apetito juerguista de los viajeros, habían logrado acabar con las reservas de alcohol y estupefacientes. La Tierra era un lugar desagradable, contaminado, pero era famosa en  la galaxia por la calidad de su agua marina, imprescindible para las bebidas espirituosas y por la marihuana, planta autóctona que producía unos divertidos  efectos en los de su especie.

Cuando la nave se posó sobre aquel bosque la tripulación les informó que por tratarse de una zona muy poco poblada podían salir de la nave, respirar un poco del aire insano del planeta y estirar las piernas, mientras, el equipo de exploración B-4563 localizaba la marihuana.
Estaba entretenido escarbando aquella tierra oscura con un palo cuando el cielo se ensombreció. Miró hacia arriba asustado mientras su nave se hacía cada vez más pequeña, y comprendió que se había quedado sólo, abandonado en los suburbios del cuadrante.
Su primera reacción fue de pánico, estaba rodeado de salvajes, ¿qué pasaría si le atrapaban, le diseccionarían, se lo comerían?, después entró en la fase depresiva, se preguntaba cómo era posible que nadie en la nave le echara de menos, cómo ningún compañero de viaje decía “falta uno”, ¿tan insignificante era, tan desapercibida era su vida? Pensó que nadie le rescataría.

Otro factor que acabó por hundirle en una miserable culpa fue que había bajado desnudo, era algo habitual entre los de su especie, no necesitaban ropa, pero se lo advirtieron, coge el equipo básico, el comunicador de campo, pero no hizo caso, estaba demasiado emocionado por pisar uno de los planetas chungos.
Se le ocurrió entonces buscar un refugio y esperar a que se dieran cuenta de su desaparición, sus estómagos comenzaron a reclamarle alimento, buscó un alto en el bosque y desde allí divisó un asentamiento nativo, eran construcciones de madera y cemento, y utilizaban unos rudimentarios y ruidosos medios de transporte basados en la combustión de algún tipo de sedimento orgánico, observó que algunos de los nativos iban armados y que sería oportuno pasar desapercibido.
Avanzaba ocultándose en las sombras de la curiosa noche con un solo satélite cuando se topó con un adorable animal pequeño y peludo, quiso acariciar su piel a la vista tan suave, pero recibió a cambio un mordisco en su dedo índice, la herida se cerró rápidamente, una de las características de su especie, pero una pequeña infección hacía que el dedo se iluminara de manera intensa. 

Necesitaba comer.

Estaba tan ocupado pensando en su mala suerte que no se percató de que una cría de la especie dominante se le acercaba por detrás, la cría no se asustó, parecía un macho, y le ofreció unas curiosas píldoras de colores, tenía tanta hambre que no pudo resistirse a probarlas. La cría humana dijo llamarse Elliot, y le ofreció refugio hasta que regresaran a por él.
Pasaban los días y nadie acudía al rescate, sumido en una gran depresión se sentía insignificante, nadie en aquella enorme nave con miles de pasajeros le había echado en falta, ni sus compañeros de camarote, ni la camarera sexy que le servía el zumo de Gonblas cada tarde, y allí, en ese planeta ruidoso y atrasado, se consumía. Para colmo una fuerza violenta y militarizada estaba al acecho, seguir o no en ese planeta era ahora una cuestión de vida o muerte, dejó atrás los rencores hacia sus paisanos y recordando los trabajos de ciencia y tecnología que hizo en su infancia buscó la manera de construir una baliza que emitiera al espacio una señal de rescate, le daba igual quién la recibiera, los suyos, los Wookies, los Vulcanos, cualquiera que pudiera sacarle de aquel infierno.

Finalmente fue atrapado y conducido a unas instalaciones plásticas, aprendices de científicos, más cercanos a los chamanes, le hicieron pruebas, le sacaron sangre, estaba convencido de que su fin estaba cerca. Fue entonces cuando Elliot y sus amigos le rescataron, le ataron en una cesta metálica que estaba soldada en una especie de transporte que se movía con la fuerza del propio conductor, escapaban de aquel laboratorio y se sintió feliz por primera vez desde que le abandonaron, porque cada vez estaba más convencido de que lo que le había pasado no era un accidente, caía mal en la nave y por eso lo dejaron atrás.

Volvieron al bosque, Elliot le decía algo pero estaba tan nervioso que no podía entenderlo, fue entonces cuando sintió el tímido calor de la fuerza electo-núcleo-magnética de una nave estelar, y supo entonces que volvería a casa, que sus sospechas no eran tales y que, en un rinconcito del gran Universo, alguien le había echado de menos, o había recibido la llamada de socorro, prefirió pensar mejor en lo primero.



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