Tres años dando vueltas por la ciudad sin alma,
paseando bajo aguaceros de luces y humo,
residiendo en las profundidades de la esperanza,
un habitante más, herido por la soledad.
Las noches se colocan con residuos de morfina,
se pegan a mi piel como una amante desquiciada,
y frente al espejo devoro unos ojos
que no aprenden a esperar,
entonces me pregunto
si pueden coexistir amor e indiferencia,
si pueden coexistir amor e indiferencia,
odio e indiferencia,
si en una habitación de hotel
con las ganas arrugadas y los cuerpos desnudos
se convierten en fuego las palabras.
Vuelvo a mis traumas, vuelvo al espejo, a la calle,
al bar siniestro de la esquina,
y descubro que no existe la risa
cuando sientes miedo.
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