domingo, 1 de febrero de 2015

Nada



Hay un desaliento que no muere
hasta el crepúsculo,
cuando soy la sombra intuida de la sombra
que pude ser
y mis putas tristes entonan canciones
de Morrison.

El atardecer es un poema de soledad,
y yo,
un verso suelto que intuye
libertades que hieren
y mentiras que ahuyentan.

Ya ni las musas se desvisten,
ciegas,
ante mi desazón distraída.
Ni las noches desérticas
hacen mella
en el denso fluir
del porvenir.

Cierro los ojos
lamiendo las llagas invisibles
que laceran mi cuerpo.

Cierro los ojos.

Me ajusto la careta, 
con la sonrisa dibujada 
y mirada de hombre bueno.

Y desperdicio las horas hablando 
con nadie 
de la nada.

2 comentarios:

  1. Hay un desaliento que no muere
    hasta el crepúsculo,
    cuando soy la sombra intuida de la sombra.


    Si todo este desaliento cobra vida en poemas que cosen heridas, no creo que hayas perdido las horas, a veces es necesario esa introspección y deriva y vestirse de sonrisas aunque nuestra alma esté melancólica.

    Besos

    ResponderEliminar
  2. Tienes toda la razón querida amiga, los poemas cosen heridas, y ya llegarán otros versos :)

    Besos.

    ResponderEliminar