sábado, 25 de abril de 2015

Si por abandonar de este lado la tristeza, 
lágrimas y camisas negras 
regocijan el descanso, 
no será ni sombra de un atisbo 
el futuro que humilde regalo. 

Que de mis huesos y tendones 
se destilan amarguras 
y riegan el vacío 
y llueven con desidia 
sobre los campos desiertos, 
sobre añejas rutinas. 

No pretendo mendigar suspiros, 
ni perdones, 
ni añoranzas 
de este boceto a vuela pluma, 
de este fogonazo de luz pura 
en la noche que adormece 
y supura 
y retuerce las palabras. 

Es un canto de generosa cobardía.

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