jueves, 9 de julio de 2015

Converso

Cuando salió del portal tuvo la certeza,
la joven moriría a los pies del diablo.

La nube de mosquitos rondaba la plazuela,
-nada bueno trae el viento del este
- dijo el viejo desdentado-
-nada bueno - repitió mostrando las encías-.
El cielo ruborizado quiso regar
de lágrimas el barrio,
pero más poderosas eran las brasas
del asfalto.

Quiso en ese momento encontrar
en la iglesia cercana
sosiego para el alma,
rogar a Dios por la joven,
ante el altar de doradas maderas
bajo la mirada de mil calaveras,
humilló el lomo
como quien se desploma ante la muerte.

-¿Que debo hacer?
-se preguntó-
-¿pedir ayuda al altísimo es muestra de humildad?,
¿o es soberbia recordarle lo que mi alma ansía?.
¿Son estas piedras, imágenes y embrujos
el modo de entender lo incomprensible?.

Y mientras buscaba respuesta en las plegarias
el viento ardiente de levante
vestido de adormidera errante
desnudaba frente al diablo
a la joven penitente,
y frente a un coro de ángeles ilustres,
con papas y obispos empalmados,
sometía Satanás a la joven,
que gemía desconcertada.

¡Nunca más una oración!
- gritó desesperado-
¡ tierra, árboles, estrellas,
montañas, espíritus del agua,
duendes burlones de la naturaleza,
del espacio infinito,
polvo de estrellas,
al abismo.
A la sagrada línea que cruza
de este a oeste,
de norte a sur la corteza terrestre
me encomiendo!.

Bajo un manto celeste, en el encalado banco
de una ermita que antes fue templo,
y aún antes fue piedra,
duerme ahora sus penas.

Y en la voz quebrada,
en el temblor de la abstinencia,
acaricia el cuerpo sedado
de aquella joven.

Con las heridas abiertas.

Soñando que lo prohibido
es la constante que advierte
lo que hemos perdido.

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