miércoles, 6 de julio de 2016

Un minúsculo latido altera la paz del reino,
desde la ventana la dulce niña observa el horizonte,
a sus pies se extiende el valle,
y bajo la verdura abono de huesos
y carne podrida.

Suena el despertador,
un haz de sol
juguetea con las motas de polvo y señala
la ropa interior a los pies de la cama.
Duermes,
desnuda,
blanca como la nieve dibujas escenas
con el movimiento de los ojos,
yo me levanto,
me desperezo,
te beso la mejilla,
susurro palabras sin alma,
me despido.

Cuando despiertas sientes la inmensa alegría de la libertad,
vas a trabajar en coche, recordando tus sueños,
recordando la ventana orientada a poniente,
la luz rojiza del atardecer sobre los valles de Romia,
el fresco aliento del anochecer acariciando la hierba,
y frente al espejo del retrovisor
apenas una sombra en tu mirada será el recuerdo del imbécil
que quiso quererte y huyó,
incapaz de amarte en dos mundos.

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