viernes, 16 de diciembre de 2016

Manuel es calígrafo,
estudia minuciosamente
el desigual ir y venir
de la tinta sobre el papel,
autentifica firmas de personalidades,
verifica escritos,
otorga autorías.

Su mundo es mínimo, amarillento,
y venera de tal manera los cimientos
que no cabe en su mente un solo giro.

Manuel viaja en metro,
de Urgel a Alonso Martínez,
para bajar paseando
hacia Colón.

Pasa las tardes frente al museo de cera,
estudia los gráciles trazos de los copistas,
inventa sus trayectorias mientras escudriña enlaces
y ángulos.

Manuel vive solo en el piso familiar,
tres habitaciones cobijan sus libros,
cada estancia poseída
por las ánimas que habitan
los estados de ánimo.

La primera habitación encierra escritos reflexivos,
profundos y filosóficos,
tristeza.
La segunda habitación,
la más pequeña y fría,
guarda en su interior
ensayos de esperanza.
La tercera es la que habita,
cobija libros de aventuras,
tratados de geografía,
una cama vacía
y antidepresivos.

Manuel sueña con ser amado,
sueña con sentir en el alma
el fuego que alimenta a los poetas,
sueña con viajar a oriente,
sueña con ver el atardecer
desde las orillas del Ganges.

En ocasiones su pecho palpita,
cree volverse loco,
jadea, aúlla,
lanza miradas furiosas
por la ventana,
se siente ligero,
apresado en un lugar
que no le corresponde,
juega a coger impulso,
juega a romper cristales y planear
bajo la boina mostaza de Madrid.

Luego Manuel se reconoce en el espejo,
acepta su cobardía y baja la mirada,
abraza "Escritos de un viejo indecente"
y se sumerge en su lectura
con la certeza de un otoño
especialmente lluvioso.

2 comentarios:

  1. Hola, he venido a tu espacio y sigilosamente me he sumergido en tus versos.

    Estoy disfrutando.
    Gracias
    Un fuerte abrazo
    Ana

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  2. Eres más que bienvenida.

    Ha sido una agradable sorpresa encontrar tus comentarios.

    Un abrazo.

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