sábado, 11 de febrero de 2017

La mujer repasa mentalmente la lista de la compra
mientras tienta el suelo buscando las bragas,
apaga la cuenta atrás antes de que suene la alarma.
En el baño, frente al espejo,
adormilada e irritada,
se enjabona el coño.
Cuando vuelve al dormitorio ya no está el “Banquero”,
un puñado de monedas y un condón usado
mantienen el billete de cincuenta
sobre la mesilla.

La oscura noche gime desnuda
tras la ventana.

En el asiento trasero de un coche de lujo
el “Banquero” respira coca,
sonríe al ver el reflejo de sus fosas nasales
en el espejo de aumento.
Su estúpido chófer prende un cigarrillo,
lo hace bailar entre sus dientes de oro.

Un frenazo seco, dilatado.

Diminutas motas de polvo en suspensión.

Un hombre asustado, sudoroso, apoya las manos
sobre el capó, se deja caer sobre la acera.

El coche acelera, desaparece,
y un fluido dorado, espumoso, se rompe contra el suelo.

Con el peso de las sombras sobre los hombros
el hombre se alza.
Avanza con la mirada derramada,
escudriñando las grietas del asfalto,
buscando versos podridos.

El hombre bucea por los rellanos,
alcanza la puerta y cruza el umbral,
en el dormitorio la soledad,
sobre la mesilla un billete de cincuenta,
algunas monedas y la lista de la compra.

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