jueves, 13 de abril de 2017

No quiso creerme cuando le abrí el corazón,
tal vez pensara que bajo la coraza
apenas cabía una persona…

… es la consecuencia de vivir de la nada.

Pasaron unos meses,
me sometí a la apatía de la regularización selectiva,
abracé rutinas y forniqué con la idea
de ser
N O R M A L
levantarme temprano,
desayunar con las primeras luces
del alba,
correr,
media hora al principio,
algo más al poco,
almuerzo a media mañana,
comida equilibrada…

… la tarde me pillaba ocioso,
inmerso en proyectos y lecturas,
y así abrazaba la noche cuando el prime time
se intuía a lo lejos.

El equilibrio diario fue estructurando
el arrabal neuronal
que tenía por sesera,
y poquito a poco
fueron ordenándose pensamientos
e ideologías.

Sentí de repente la necesidad
de comprar un monovolumen
pasear en chándal y leer a Murakami
por las calles del extrarradio.
Alquilé un piso de tres habitaciones,
vistas al parque,
cerca de colegios y supermercados,
instalé una tele grande de cojones,
hice amigos insustanciales con quien comentar el fútbol
y beber cerveza,
y compré un cómodo sofá-cheslón-relax
desde el que adorar a Schopenhauer.

Finalmente cubrí el frigorífico
con folletos de comida a domicilio.

Y conseguí olvidarme de mi
y olvidarme de ti.

Fueron tiempos de paz,
gloriosas llanuras de calma
sin altibajos,
serenidad para el alma,
sosiego para el corazón,
pereza para el sexo,
y libros de autoayuda:

la felicidad del vegetal,
el orgasmo de la clase media.

Y luego tú.
De nuevo tú…

… el despertar de la agonía,
el resurgir del deseo,
las noches de insomnio
y los días desordenados…

Vendí el monovolumen y volví al centro,
me deshice de la ropa running
y en vaqueros y camisa abracé de nuevo
la frialdad de las sombras,
el sabor del loracepan.

Desde la ventana,
como un ser deforme y asustado
contemplaba tus paseos,
envidiando a tus acompañantes
y a los pájaros
que sobrevolaban la oscura belleza
de tu melena al viento.

Tanto temblar para no conseguir nada,
para conciliar el sueño de manera disruptiva.

Para abrazar la triste venganza del karma
mientras rasuro mi poblada barba.

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