martes, 18 de diciembre de 2018

Los soviéticos filtraban su comedia
a través del telón de acero,
la noche como aceituna negra que rueda
sin control
hacia el centro exacto de la gran hoguera,
la noche,
que abraza a los malnacidos,
comparte con ellos su trágica visión
de las horas.

Mientras tanto, borrachos de metro y medio
pasean con la  boina calada,
no conocen del mundo
más que la etérea instantánea que esboza el cine
los domingos,
y América es grande,
Marilyn es una diosa, 
Billy Wilder su profeta,
y las sábanas amarillentas
el filtro que protege al pecador
de las poluciones nocturnas.

Entre escena y escena,
entremezclando la realidad con la ficción,
buceo entre la certeza, la quietud
y la belleza del hiperactivo monstruo creador de pesadillas.

En ese estadio anormal
convencer al universo de la posibilidad real
de ser un imbécil resulta hipócrita.

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