miércoles, 16 de enero de 2019

-Lost in traslation versión gordaco asocial-

Las calles desembocan traviesas en la gran avenida,
es fácil guiarte atendiendo al calor de las luces,
entre los miembros de las tribus
diluirse es casi un precepto,
y navegar,
como navegan los fotones por las aceras,
y mentir al maniquí que con gesto exagerado
te ofrece grandes dosis de nada
a precio aceptable.

La noche se adivina por los hábitos sinuosos de las manadas,
cambia el viento
que arrastra el aroma de gyonzas a la plancha,
se canaliza a través de las puertas traseras
de lo pequeños restaurantes
y aspiran a alcanzar al menos la tercera o cuarta planta de neones.

Entre karaokes y porno hentai me desdibujo de manera consciente,
nadie me entiende
y grito consignas antibelicistas
en medio del gran paso de peatones.

Una muchacha se acerca,
tímida y hermosa me mira con sus ojitos rasgados,
sonrío y corro hacia la acera,
donde me siento.

Ella se sienta a mi lado,
me ofrece un dorayaki de judía roja.

La ciudad se cubre de luciérnagas artificiales
que bailan la danza caníbal del oso distópico,
con mi nueva amiga encaro la noche con el alma trasvestida,
y descubro mundos escondidos tras los mundos ocultos
que se pierden más allá de las puertas,
y elevo mi nivel de toxicidad
superando los límites del silencio.

Horas después,
tal vez días,
me visualizo buscando amaneceres desde el andén de la Estación Central,
mi amiga se hizo espuma
y planeando sobre los edificios
se perdió más allá del mar,
me quedé triste,
hablándole en castellano antiguo a un máquina expendedora,
mientras,
los nativos bebían su té con miradas de reprobación.

Mi piel se hizo plástico,
mis ojos cucarachas de brillante armadura,
y desde la ventana del hotel imagino a Scarlet,
con la mente anestesiada
y el alma con síndrome de Sthendal.

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