lunes, 29 de julio de 2019

El humo se torna negro, ya no está en el horizonte,
se acerca el atardecer
y mis versos se derraman
en una cascada de mentiras,
no necesito mirar a través de la ventana,
para sentir que el mañana
es un puto traidor,
que har´´a desaparecer como por arte de magia,
toda la rabia.

Podría escribir cualquier cosa,
sinceridad a manos llenas y vomitar mil estupideces,
incluso crrerme un dios,
pero resulta más fácil descender de los edificios
en caida libre, tirándome de cabeza
en la piscina de asfalto.

No es nada personal si reconozco que hay días
que vendería mis venas al diablo
a cambio de nada,
porque es cuestión de temperamento,
y buscar la autodestrucción para alejar lamentos
es una forma de ser.

Qué coño sabrás tú de certezas y de inventos
de caminos, de calles, de barrios,
me pregunto mientras hablo contra mi voluntad,
qué coño sabrás tú que sólo te miras el ombligo
y pretendes ser el reflejo desquiciado
de un mal espejo.

Echo de menos la lluvia, y el olor a tierra mojada
que diluye recuerdos añejos
por las calles de Madrid,
y es que hoy me siento lluvia,
me siento gota mojada que resbala por tu cara,
que se seca sin llegar al charco.

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