Estamos muertos,
se escucha la letanía en los susurros,
pon atención, observa
los detalles...
Un valiente imitador de dios
muestra el cuchillo entre sus dientes.
Las bestias se recogen asustadas,
buscan la zanahoria en el establo
mientras del cielo, caen los escupitajos
que antes lanzaron
de manera condescendiente.
De la hoguera se salvan los equidistantes,
apenas se asoman para olisquear
el aroma a carne quemada,
son los virtuosos,
aquellos que borran nombres al azar,
aquellos que engrasan las bisagras
de las puertas que comunican
la realidad y el deseo.
Si ves que un día cualquiera
una frase manida
equivale al todo,
si una sencilla fórmula,
repetida, cortada y pegada
adquiere el poder de conjurar
la hipocresía,
corre, corre y no busques compañeros
que sostengan tus ideas
frente al absolutismo,
penetra por el ojo de la aguja
enjabonado con las babas del creador,
relaja el esfínter y siente el pellizco
estimulante de la impertinencia.
Estamos muertos,
algunos empiezan a sospecharlo.
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