Es la hora de sonreír,
sentado en medio de mil almas puras,
rodeado de seres de legendaria luz
de futuros brillantes.
Asumo las dos posibilidades,
ocultar mi desconcierto o demostrarlo,
abrazar la catarsis y reírme a la cara de las estrellas.
Somos posos resecos de vinos prometedores,
¡no!, a la mierda con el plural mayestático,
en mi singularidad está la fuerza de unos versos estrujados
a base de apretar la base del sonido.
Me estoy volviendo cáustico,
de los rastrojos no guardo más que el humo,
el olor intenso del incendio,
y es ahora,
cuando la ciudad es un patio de juegos,
ahora,
cuando he de convertir en lienzos las esquina,
ahora
y sólo ahora,
cuando desnudo ante el mundo
tal vez
sonría.
Leí este poema en Alaire y me encantó. Ahora vuelve a parecerme francamente bueno. Un abrazo.
ResponderEliminarGracias Juan, es un placer tenerte por aquí.
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