martes, 6 de diciembre de 2011

DISCURSO PRETENCIOSO DE UNA TARDE DE OTOÑO

Tengo una teoría, posiblemente no sea nada nuevo, y ni siquiera sea mía.

La moral, tal y como la entendemos, con sus diferentes registros y versiones, filtrada a través de diversos dogmas y creencias, es un mero protocolo de control de los poderosos, de aquellos que dirigen el mundo y que realmente conocen las posibilidades de una vida plena- aunque esto no quiere decir que la tengan-.

Cada vez estoy más convencido de esto, y de que ellos conocen la verdad.

El ser humano posee una moral distinta, más animal.
Un recién nacido inspira compasión porque estamos genéticamente diseñados para sentirnos culpables de sus desgracias si llegado el momento no hiciéramos lo suficiente para evitarlas.
Sin embargo el ser humano no tiene porque sentir culpa por apropiarse de lo que no es suyo, no tiene por qué sentirse mal por someter, por aprovecharse de los demás.
Es la ley de la selva, la regla de la naturaleza. Ley y regla que sólo siguen los dueños del mundo, conscientes de que la culpa no es más que un implante psicológico creado por sus antepasados, y conscientes de que utilizando cualquier medio a su alcance para conseguir lo que desean, no habrá ningún dios, ningún demonio, nada, que les juzgue al final de sus días.

¿Por qué la mayoría de las veces vence lo socialmente considerado como mal?,¿ por qué Fidel, Stalin, Franco, por qué Hiro Hito,Pinochet o Nixon, por qué tanta gente despreciable sin escrúpulos decidiendo la vida y la muerte de tantas personas, muriendo felices en sus camas sin ningún tipo de remordimientos?.

Porque todo es mentira, porque somos animales, porque el que es consciente de ello se encuentra con un mundo nuevo, libre, en el que puede hacer lo que quiera, coger lo que quiera, ser lo que quiera, con el añadido de estar limpio de pecados.
Mientras que el resto, sometidos a controles mentales desde hace generaciones, grabados a fuego, en muchos casos de manera literal, preceptos y principios para mantener a las masas sumisas y resignadas, agachamos la cabeza y nos conformamos con ver la vida suntuosa de una minoría a través de la televisión.
Y hacemos colas y esperamos durante horas para que otro ser humano sin problemas de moralidad pase a nuestro lado camino de una fiesta. Y les gritamos, sólo para llamar la atención de gente que piensa que somos basura molesta pero necesaria.
Es patético.

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