domingo, 9 de septiembre de 2012

CRÓNICAS DE UN SEGURATA DE CENTRO COMERCIAL

Uno de mis compañeros era Lucas, un tío bajito, de ese tipo de gente que parece no poder estar nunca completamente quieto. 
Lucas estaba tan solo como yo, o más porque los cuarenta ya no los cumplía, si se puede medir la soledad por el tiempo que llevas soportándola.
Siempre contaba que su verdadero trabajo era detective privado, pero que trabajaba solo los días que libraba en la empresa, pues de esa manera no tenía que darse de alta en autónomos y  se ahorraba los impuestos, ya se sabe, uno de esos trucos de detective privado que los neófitos en el tema desconocemos. Incluso tenía una placa el muy mamón, y tarjetas con su nombre y su oficio.Era un caso. 
Recuerdo un día, los dos teníamos turno en la puerta trasera, había que controlar la escalera, la salida, e informar a los clientes sobre las posibles dudas que pudieran tener,       -siempre ha sido más fácil cargar de funciones a los seguratas que contratar gente y poner puntos de información- en esas estábamos cuando se nos acercó una chica muy corrientita, hacía frío y llevaba puesto un enorme chaquetón de esos que llegan hasta los pies y que pareciera que se sostendrían solos si lo soltaras. La chica quería saber si había taquillas para dejar el abrigo, solo eso.
Se acercó despistada, de manera tímida.
- Disculpadme, podría hacerles una pregunta- dijo hablándonos por la espalda-
- Si claro preciosa, puedes hacernos lo que quieras- contestó el retaco de mi compañero con media sonrisa en los labios dejando entrever sus dientes rebozados en años de sarro.
- Dígame- interrumpí con el tono amable, aflautado y absurdo que pongo cuando hablo con algún desconocido.
- Solo quería saber si hay algún sitio donde poder dejar el abrigo- la chica ya se dirigía solamente a mí.
- Yo te lo guardo,guapa, no nos lo permiten pero por ti preciosa correré el riesgo -la cara de ligón que mi compañero pretendía poner sobrepasaba lo patético, entre la pena y el asco-.
- Puedes dejarlo en las taquillas que hay frente a la línea de cajas- volví a intervenir.
- Si, pero si me lo dejas a mi, no solo sabrás que esta bien cuidado, además sabrás que volverás a verme cuando lo recojas, - él seguía a lo suyo- y podría tomarme mi media hora libre por cierto, ¿eres abogada verdad?.
- No- la chica estaba sorprendida- mi hermano si es abogado, pero yo no- una de las cosas que nunca he llegado a entender es por qué narices hay gente que tiene que seguir siendo amable y cordial cuando realmente desea largarse lo antes posible.
- Bueno, casi acierto, soy muy observador, y por tu manera de mirar comprendí que me analizabas, que intentabas conectar conmigo, ya sabes, comunicación no verbal, conexión empática,  esos rollos. - la vergüenza ajena me dejó paralizado- Bueno, antes debí decirte que he estudiado criminología.

- Tengo prisa - dijo agobiada la chica-  en la línea de cajas ¿verdad?.
Le asentí mientras se marchaba. Mi compañero se apoyó contra la pared y me miró con gesto orgulloso.
- Siempre se me han dado bien las mujeres, tengo mundo, y ellas eso pues lo notan, lo notan, la experiencia, lo vivido, se refleja en los ojos y eso, las chicas solitarias y perdidas como esa lo perciben, lo huelen, como las farometadonas masculinas.
No quise molestarme en corregirle, ya había enfocado un nuevo punto, y mientras todo lo que me rodeaba se iba difuminando la posibilidad de haber hablado con la chica, de haber intentado conocer a una persona de manera espontánea me invadió de cierta euforia que se disipó en el momento exacto en que caí en la cuenta de que el objeto fijado era el reflejo de mi rostro en un enorme espejo que devolvía mi imagen triste y caricaturesca junto con una amalgama de colores, risas, abrazos y felicidad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario