Un latigazo de luz rompe la tibieza de la habitación,
son mil millones de motas de polvo.
A través de las cortinas el aliento frío de la mañana
se filtra en Mi menor.
se filtra en Mi menor.
Ahogo con toses el caos de un día laboral,
voces, sirenas , reggeton, me pongo histérico:
el infierno
el infierno
dosificado en ondas perfectas de dulce violencia.
Llaman a la puerta,
un virginal timbre afónico
mece las hojas antes de la tormenta,
mece las hojas antes de la tormenta,
tras la mirilla los hijos divinos de algún dios
en pulcra misión evangelizadora.
Eructo.
Abro la puerta en calzoncillos,
me rasco con insistencia la entrepierna,
con los ojos en blanco
simulo baba en la comisura de los labios,
no digo nada,
espero el mensaje divino
con la entereza del eterno impaciente.
Cierro.
La puerta aúlla
-loba en celo/ luna azul-
-loba en celo/ luna azul-
apresuro la puesta en marcha,
la ciudad, repleta y sedienta me espera.
Tormenta.
Tormenta.
Absorbo la oscuridad del rellano,
recibo el flash de un sol ceniciento
y por un segundo soy el feliz ciego
habitante del país del engaño.
Sonrío.
Me acaricio los colmillos con la punta de la lengua,
tengo hambre, de vida, de noches,
de esperanzas
de promesas...
de promesas...
...comienza el juego...
...sin reglas,
...sin reglas,
sin vencidos,
sin vencedores,
solo días pendientes
sin vencedores,
solo días pendientes
y arañazos
por experimentar.
por experimentar.
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