Equilibrios.
Después de la despedida,
la quietud del adiós enturbia una realidad
que nunca debió ser,
la soledad.
Y palabras crípticas
no aportan ni un ápice de rotundidad
a mis desavenencias.
Sólo me quedan recuerdos para jugar,
tus labios moviéndose siniestros,
recitando mis poemas
mentalmente,
el principio del ocaso,
allí donde tus pupilas-sol
comenzaron
a fundir el horizonte-puerta.
No busques sentido al absurdo,
ni coherencia en la caída libre,
no busques segundas lecturas
en mis acciones,
pues soy lo que soy,
la voz quebrada, la mirada baja,
la insana aceptación de hechos ajenos,
la incertidumbre inestable,
la belleza del caos,
la inflación del ruido
en los países divergentes,
una fracción de videncia
en la oscura médula de los pensamientos.
Equilibrios, sin más.
Uff, este poema es bellísimo, me ha llegado hondo. Sigo tu huella poeta, encontrándonos en las letras andamos.
ResponderEliminarUn abrazo
Y nos encontraremos, seguro.
ResponderEliminarGracias por tu visita, un abrazo.