martes, 23 de octubre de 2012

MADRUGADA



Duermes, 
tu cuerpo se acomoda 
en los quiebros
de las sábanas.
Sumiso y pulido
se curva extraviado 
en sueños abstractos. 

Abandono la habitación 
despacio, 
no existen ruidos ni fricciones, 
la puerta queda entreabierta
esperando un regreso 
del todo baldío.

La calle se despereza herida de luz por un sol que aun no irradia.

Escasos coches, 
poca gente, 
chispea. 

El estruendo de un cierre al alza me intimida.

Pienso en ti, 
desnuda, 
dormida, 
envuelta en oníricas inercias.

Mientras yo, 
insomne, 
busco un taxi bajo el aguacero, 
y escondo el gesto entre 
las solapas de la chaqueta. 

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