La gélida corriente
acaricia mis mejillas,
camino,
las aceras se transmutan
en candorosas vetas sin nombre,
soy confusión pesimista
que fragmenta el paraíso
en mil segmentos
de escarcha.
El severo suceder del día
nutre mis impulsos,
tras los edificios
el sol se despide avergonzado,
y aquí, en la noche,
una preciosa luna observa
el peregrinar de los homínidos
por el asfalto mojado.
Mi reflejo escapa de los escaparates,
y abatido, lucho por defenderme
de la corriente humana
donde estás tú.
La fiebre de la calle
revierte en el Metro,
distribuidos por el andén
te intuyo,
bajo la tierra vibrante
te siento...
...y ya no es un día más,
no, no es un día más.
No hay comentarios:
Publicar un comentario