jueves, 10 de enero de 2013

Equivocaciones y otras drogas


El tráfico es una canción de cuna 
susurrada en verso. 
La habitación mi reino. 
La revolución se concreta en el hueco vacío 
del lado derecho de la cama.
Te gustaba Calamaro, 
bailábamos sus canciones bañadas en vino, 
y cuando el calor perlaba nuestros cuerpos derrotados, 
entonces, solo entonces, ebrios de dopamina, 
heridos en lo más profundo del placer psíquico, 
sentíamos como cierto el fuego del amor diluido en sexo. 
No puedo evitar una sonrisa al recordar como 
tu ritmo y mi ritmo solo se sincronizaban en horizontal. 
Luego me equivoqué, desprecié momentos cálidos 
divagando, deslizándome entre cadáveres sin rostro 
que pagaban con saliva mis mentiras, 
mis deseos de escapar. 
Hoy no es mayor mi libertad, puedo demostrarlo, 
no soy más hombre, ni más valiente, ni más feliz, 
tan solo tengo algo de fe 
y mucha sed. 
Apenas renazca de las cenizas de maría 
seré polluelo desangelado, 
para entonces tú ya serás familia y te habrás olvidado de sufrir, 
para entonces mi voz no tendrá eco en tus costillas 
y seré la mancha borrosa 
de la que tanto nos reíamos.

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