viernes, 5 de abril de 2013

El gato negro




Bien entrada la noche menguaba. 

Fumaba un pitillo prohibido 
al cobijo de una farola. 

El aire frío transportaba la humedad 
de la tormenta pasada. 

-Olía a ozono, a tierra mojada- 

De los soportales umbríos 
un gato negro, vigilante. 

El pelaje mojado devoraba la luz 
tornándola plata, 
felinamarilla la  mirada 
clavó en mí sus ojos, 
su rabo mutilado apuntaba al cielo, 
se acercó. 

-Se hizo el silencio-   

Un lejano tic-tac de ultratumba 
-la nuca erizada- 
culpé a la tarde de alquimia, 
y a Frank, 
y a Edgar. 

Y pensé que un segundo bastaría 
para que en acto  metamórfico 
se tornara el gato en cuervo. 

-De nuevo el tic-tac- 

De las paredes argentinas rezumaban 
las pieles ajadas de vetustos escritos. 

La farola perdió la mirada, 
un instante. 

-Luz- 

Y junto al ruido de la calle 
convergieron, 
en el despertar del ensueño. 

Al gato lo llamé Bukowski, 
volveremos a vernos.

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