Bien entrada la noche menguaba.
Fumaba un pitillo prohibido
al cobijo de una farola.
El aire frío transportaba la humedad
de la tormenta pasada.
-Olía a ozono, a tierra mojada-
De los soportales umbríos
un gato negro, vigilante.
El pelaje mojado devoraba la luz
tornándola plata,
felinamarilla la mirada
clavó en mí sus ojos,
su rabo mutilado apuntaba al cielo,
se acercó.
-Se hizo el silencio-
Un lejano tic-tac de ultratumba
-la nuca erizada-
culpé a la tarde de alquimia,
y a Frank,
y a Edgar.
Y pensé que un segundo bastaría
para que en acto metamórfico
se tornara el gato en cuervo.
-De nuevo el tic-tac-
De las paredes argentinas rezumaban
las pieles ajadas de vetustos escritos.
La farola perdió la mirada,
un instante.
-Luz-
Y junto al ruido de la calle
convergieron,
en el despertar del ensueño.
Al gato lo llamé Bukowski,
volveremos a vernos.
Me gusta y me recuerda al gran Charles.
ResponderEliminarGracias por tu visita Ignacio.
ResponderEliminarSaludos.