lunes, 16 de diciembre de 2013

Pésame.

El viejo amaba su ventana de manera entusiasta, 
era un vínculo con el mundo 
desde el alféizar veía la vida del barrio pasar. 

Su gato, un gordo felino atigrado 
se lamía las pelotas con pasmosa tranquilidad, 
el sofá era su territorio,
pilas de libros marchitos sus juguetes. 

En el piso de abajo vivía la Muerte, 
vestía de negro y escuchaba música gótica en su habitación, 
empapaban el aire los acordes de Within Temptation, Evanescence, 
y oscuras mierdas por el estilo. 

El Viejo a penas salía de su casa, 
cada tres días bajaba la basura, 
siempre de noche, huyendo de la conversación vacía
de algún vecino hipster. 

Aquella noche, 
entre los crujidos de las escaleras 
y la música anestesiada de The Cure
escuchó los sollozos de la Muerte:
-¿Qué te pasa muchacha? ¿Por qué lloras tan amargamente?. 

La Muerte abrió sus enormes ojos azules enmarcados 
en la delicada blancura de una piel luminosa, 
el pelo negro y largo acariciaban unos hombros perfectos:
-Mi amor a muerto, Viejo, perdido en las sombras, 
y he tenido que acompañarle en su viaje sin retorno. 

El viejo derramó una lágrima que se evaporó 
según corría por sus mejillas, 
se agachó y tomó la mano de La Muerte, 
- Lo siento querida, es ley de vida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario