jueves, 22 de mayo de 2014

Vuelas hacia mi en blanco y negro 
recogiendo esbozos de niebla a tu paso, 
yo mantengo el equilibrio rozando 
los párpados 
contra el arenoso revés de tus pupilas. 

En la calle está lloviendo, 
como cada uno de los cien mil días 
que adoptamos, 
y el arcoiris se difumina en la intangible tristeza 
de la ternura. 

Tus alas abanican suspiros mientras avanzas 
por la enormidad de la ficción, 
yo bailo en círculos, 
como un derviche senil obsesionado 
con Franco Battiato, 
y se arremolinan las hojas secas en tornado ocre 
de sangre otoñal y lágrimas sulfúricas. 

Y en lo alto, 
disipando nubes con la intensidad de tu aleteo 
eclipsas el sol, 
y cada resto de paciencia 
se desprende de tus entrañas,
arde si roza con la nostalgia 
de mis gemidos. 

Así es niña, 
ni el aire que respiro es suficiente 
si te acarició en pleno vuelo.

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