lunes, 16 de junio de 2014


Arrastro los pies tras un rastro de escamas,
hundo los ojos en el suelo
hasta quebrar el asfalto y marcar
con un surco
la vergüenza de la derrota.

Cubierto de sucias ropas que abrazan
el estercolero grasiento que simula ser persona.

Habitante incómodo en el palacio púrpura
de la percepción,
siempre a un paso de lo sublime,
dejando a tiro de piedra la dignidad.
En las habitaciones de cristal,
invirtiendo los factores,
reformulando las teorías,
acariciando la imagen partida
de un espejo intacto.

Entre lo desnudo y lo callado,
entre la anestesia y el olvido,
entre las amarillas páginas
de una aburrida e incoherente biografía,
marcando con el pene la página de la despedida,
bebiendo recuerdos,
vomitando certezas.

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