viernes, 29 de agosto de 2014

Los pájaros niegan el atardecer con la nostálgica melodía de sus trinos,
el horizonte, equilibrista entre el rosa y el morado,
sostiene entre nubes el poder del sol.

La calle bulle,
hormiguero de ojos secos
trazando rutas sin rumbo
en el eterno cruce de Shibuya.

Cuando los neones parpadearon
-un microsegundo-
se filtraron imágenes alegres
en las automáticas mentes
de los camisas blancas.

Los afluentes estrechos y oscuros respiran aromas de especias.

Al fondo,
frente a la tienda de alimentación
te encuentro,
apoyada en la bicicleta,
con la mirada fija en el smartphone.

Sin que nunca lo sepas,
aquella noche paseamos
buscando una luna escondida
bajo el manto eléctrico.

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