Apareció de madrugada
con las manos llenas de lágrimas
y los ojos ensangrentados.
Al cerrar la puerta
la niebla se materializó tras las ventanas.
Miles de figuras vaporosas
deambulaban por las callejuelas,
tropezándose, empujándose,
un ejército de invidentes
sin cuerpo ni General.
Se calmó sentada en mis rodillas,
un azulado tono en el rostro
enmarcaba sus redondas facciones.
La respiración,
momentos antes agitada,
se regulaba entre estertores y gemidos
de pánico,
la sangre mutó en costra y su ojos
entrecerrados
se cosieron por las pestañas.
Un viento frío aulló por la chimenea.
El vaho empañaba los cristales.
Dibujó con los dedos
un corazón en la ventana,
los hombres de niebla acudieron a observarlo,
golpeaban las cabezas contra el cristal
transformándolo en espejo
y el reflejo en torno al dibujo
se convirtió lentamente en sustancia,
el corazón se hizo carne,
latió tres veces
y calló al suelo dibujando dragones con la sangre derramada.
Entonces lloré.
Ella me abrazó y susurró ceniza en mi oído:
- la vida es un juego
de nieblas
y espejos.
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