martes, 25 de noviembre de 2014

Apareció de madrugada
con las manos llenas de lágrimas 
y los ojos ensangrentados.

Al cerrar la puerta 

la niebla se materializó tras las ventanas.

Miles de figuras vaporosas 

deambulaban por las callejuelas, 
tropezándose, empujándose, 
un ejército de invidentes 
sin cuerpo ni General. 

Se calmó sentada en mis rodillas, 

un azulado tono en el rostro 
enmarcaba sus redondas facciones. 

La respiración, 

momentos antes agitada, 
se regulaba entre estertores y gemidos 
de pánico, 
la sangre mutó en costra y su ojos 
entrecerrados 
se cosieron por las pestañas. 

Un viento frío aulló por la chimenea.


El vaho empañaba los cristales. 


Dibujó con los dedos 

un corazón en la ventana, 
los hombres de niebla acudieron a observarlo, 
golpeaban las cabezas contra el cristal 
transformándolo en espejo 
y el reflejo en torno al dibujo 
se convirtió lentamente en sustancia, 
el corazón se hizo carne, 
latió tres veces 
y calló al suelo dibujando dragones con la sangre derramada. 

Entonces lloré. 


Ella me abrazó y susurró ceniza en mi oído: 

                                                               - la vida es un juego 
                                                                        de nieblas 
                                                                         y espejos.

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