miércoles, 25 de enero de 2017

Hubo un tiempo, perdido entre la memoria y el sueño:

La mano que frotaba su espalda ulcerada emitía 
distintas luces en el espacio,
y sumergidos en ruido,
en sudores frios,
penetraba violenta por su coño depilado.
Ella reía,
acercaba la pelvis al gran altavoz
y derramaba el vozka de su boca
a la mía.

Tiempos caóticos para canciones olvidadas,
letras en el desván del Barrio Viejo,
polvo tras polvo empolvando la nariz,
lamiendo blanca nieve entre sus piernas.

Las mañanas dolían, 
mezclar el semen con desconocidos me volvía irascible,
pero cómo adoraba tenerte,
aunque fueran segundos
entre la multitud,
aunque del clímax al ocaso
solo recordase un breve brillo en tus pupilas,
o el terroso tacto de tu lengua
en la parte cálida del glande.

Poco después el mundo desdibujó su línea temporal,
se torcieron los caminos
los mismos ángeles quemaron la fórmula
de la transmutación cerebral,
y las noches se agolparon en la cabeza.

Desde entonces olfateo el silencio,
masturbo la efímera llama de la tranquilidad,
buscando, deseando,
volver.

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