sábado, 27 de mayo de 2017

En la habitación se suicidan las rutinas,
me deslizo por tus caderas
acariciando el contorno de tu ombligo,
la euforia latente se sostiene
por imágenes pasajeras en fricción.
Tus pezones acarician las sábanas,
te giras,
deslizas los labios
y encierras mi mirada en tus jadeos.
Lamo cada esquirla de reflejo
que los rotos espejos devuelven,
y conjurando el dolor
me sumerjo ansioso en la oscuridad,
derramándome sobre las formas
exactas que abovedan tu espalda,
y te vuelves, y sonríes,
y me muestras el coño depilado
mientras trazas curvas cerradas
alrededor de  tu clítoris.
Se destila la noche en tus ojos,
se vierten los errores, lágrima a lágrima,
disolviéndose por tus mejillas como ceniza
en la oscuridad.
Entonces brotan las voces,
dulces y delicadas voces que mienten,
que ruegan, que rezan...
voces serpenteantes que se deslizan,
aceitosas y cobardes por las esquinas,
vigilantes, envidiosas...

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