sábado, 20 de enero de 2018

-24horas-


Amanece, amanece y sin rostro
la luz de la mañana desnuda.

Las paredes blancas respiran,
corrientes de aire helado,
suspiros de hielo entre las rendijas.

Varias capas de ropa,
guantes de lija, brazadas de cartón,
y los ojillos rumiando los restos
del alcohol y las benzos refugiadas.

La voz de la vaca burra deshace el ensoñamiento,
es desagradable, duelen los tonos,
golpea la puerta, grosera,
convencida de sacar la basura
se afirma en su proceder.

Abandono la habitación,
mi campo de batalla siempre cubierto de nubes,
largas sombras de hielo,
quince euros en el bolsillo...
paseo por las aceras como un espectro
sin cobertura.

Por la tarde cuando el sol baja se arropan las mentiras,
Bento me arregla un rincón del bar,
no le molesta mi olor,
es un ser-puente entre el vacío y los escenarios,
Bento está enamorado de la Rubia,
desde el mismo día que la contrató,
La Rubia no quiere ataduras y pasea por los hombres
con la libertad de quien puede,
no tiene maldad, está tan acostumbrada a los coqueteos
que ignora los sentimientos de Bento.

Yo tomo nota detrás de un té caliente,
La Rubia siempre me sonríe,
sé que le doy asco pero me sonríe,
es tan hermosa, tan perfecta que no sabe estar seria,
y Bento me mira de reojo, me susurra sus deseos
sabiendo que soy una tumba que palpita por impulso.

Un día Bento me pidió unos versos para La Rubia,
reí como hacía tiempo,
explicándole al probre Bento,
que nadie ha ligado con poemas
desde la muerte del alma, allá por el siglo XIX...

Dejo la taberna bien entrada la noche,
en la tiendecita Mauricio sigue trabajando,
es chino y apenas entiende el castellano,
pero conoce mi naturaleza,
entre culturas distantes, extrañas,
las sombras de la mirada se traducen
de igual forma.
Yo le llamo Chen, no sé si será su nombre verdadero,
pero Chen me parece más digno que Mauricio,
Chen saca una botella de Ron,
está abierta y desgastada,
compartimos la vida a tragos,
me cuenta historias increíbles que apenas entiendo,
saca de la cartera una foto ajada,
un hombre joven con uniforme militar sostiene
un recién nacido,
junto a ellos una joven de mirada triste,
Chen besa la foto, padre, madre, -dice Chen-
y llora como un niño...
Quiero decirle que la distancia es un estado de ánimo,
pero quién soy yo más que un borracho sin ilusiones
que asfixia los días y sodomiza las noches.

Cuando Chen se duerme aparece Katy, es rumana,
cuida de Chen...

La vaca burra ya ha abierto el portal,
como quien busca a tientas una bola de aire en un tornado de hielo
llego al salón.
El ordenador está libre,
escribo mis mentiras, mis sensaciones,
luego borro cada uno de los versos,
de mi nada quedará que no pueda ser quemado,
la vaca burra me deja entrar en la habitación,
la cama es un lujo, prefiero el colchón en el suelo,
esta vez son lexatines, me tomo seis o siete
la cabeza me estalla y añoro el sueño,
duermo,
al fin duermo...
y soy un padre de familia,
y vivo en una casa baja, con jardín, con un chihuahua,
dos hijos del atleti
y una mujer que se moja al mirarme,
que acuesta a los niños y se desnuda,
para hacerme el amor en el sofá...
Y pasa la noche como una gran hija de puta
que se divierte torturando fantasmas,
y siento como se derrama entre las sábanas
el último cartón de vino.

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