viernes, 20 de abril de 2018



El encierro voluntario se deforma por las corrientes magnéticas,
un nimio instante,
inestable,
una peculiaridad que antes planeaba sin viento
se oculta entre las nubes y es suficiente
para anegar de tristeza la estancia.
No niego que las horas pasadas en el palacio del olvido
no despertaran la rabia,
la anárquica mecánica de la supervivencia,
que las estatuas vivientes de sal,
con ojos vidriosos y recuerdos náufragos,
amordazaran toda sensación de esperanza.
Frente al espejo repaso cada arruga con la yema de los dedos,
siento el cálido aliento de la pálida dama,
gemidos que son susurros...

...mas no me asustan,
lamería sus blancos pezones con el ansia de un recién nacido,
extasiado alteraría los papeles,
abrazado a sus caderas,
descansando las canas en la quietud de su vientre.
Pero ELLA me espera en el palacio del olvido,
ansía de mí los ojos acuosos,
las lagunas oscuras,
la apatía constante...

...me espera tras las rejas oxidadas con la silla de ruedas
y el babero,
con la superioridad de quien destruye por completo
la consistente estructura de un cuerpo
y sumerge la realidad,
en templados charcos de tiempo perdido.

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