domingo, 17 de febrero de 2019


El cielo se inflama
si ella cabalga
a lomos del olvido,
se inflama y desata
los anaranjados chillidos
del apocalipsis.

Recuerdo su mirada
perdida,
tan pequeños los ojos,
escondidos
tras las huellas
de la memoria.

Descendía
desde los puntos ciegos
una luz negra,
brillante,
que al deslizar por sus mejillas
condensaba en aguas marinas,

se vaciaba desbocada sobre el asfalto.


Un cuerpo de niña
que dibujaba cordilleras
con tinta de humo,
que marcaba las muñecas
rendida en el viscolatex,
y contaba las canas
que brotaban
de mi gesto profundo.

Presentiste el final
del cuento,

y reías,

reías convencida del patetismo
de una situación anómala
que reflejaba torrentes
de negro lodo
en el espejo.

El cielo se inflama
si ella cabalga,
desnuda,
como la noche
a lomos del viento,

si desprenden las flores
aromas de luna,

y se entierran
las penas
en las catacumbas
del alma.

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