lunes, 29 de octubre de 2018


El huracán apenas me rozó los labios,
se perdió como caricia en el mar de Asperger,
y, sin embargo...

De vez en cuando recuerdo un sueño,
recurrente sueño de casas en ruinas
habitaciones escondidas,
mares aéreos sobre la arena roja
del erial que rodea el barrio,
y presiento un poder que asola los márgenes del miedo
presiento los gritos desconchando las grietas,
el silencio que se aparta en un rincón
y gimotea desde la quietud de la ausencia...

Uno a uno se vuelven translúcidos los sueños,
como palabras que pierden su significado
y apenas distinguen sus trazos frente al espejo.
Y en perfecto cóctel asimétrico
se desdibujan los contornos que refuerzan la realidad,
es entonces cuando el tripulante susurra,
cuando el sueño se desvanece,
es entonces cuando de tanto rodar son convexas mis aristas
y las estrellas confluyen en un punto exacto del iris.

Ahí es donde navego,
entre el sol
y el alma de un niño viejo,
escondiendo certezas en imágenes confusas.

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