miércoles, 20 de febrero de 2019

Recorro la senda que marcaron los astros,
aquella que serpentea sinuosa
entre los acantilados,
la que se desliza entre arroyos fecales
y pozos de muerte.

Apenas me detengo a contemplar el paisaje,
las deprimentes escenas detenidas en el tiempo,
escenas de otras épocas,
lejanas, ten lejanas que aún queman
la piel.

El viento arrastra hojas marchitas,
amarillentas páginas del diario comatoso
de un gris funcionario,
sonrío al leer "soy un mierda",
y entonando una coplilla adapto la letra:
"soy un mierda, sabes que soy un mierda,
soy un mierda, sabes que soy un mierda,
soy un mierda..."

Es entonces, sin buscarlo ni quererlo,
cuando muto en mórbido humano postrado
en el ataud de una cama que huele a orines,
a través de la ventana observo el desfile,
muchachas preciosas de piernas largas,
de ojos azules, de pechos generosos,
de mirada triste   ,
cada una de ellas sonríen satisfechas frente al escaparate.

-las voces me confunden cuando es tu voz la que se pierde
las voces me irritan si es mi voz la que se escapa-

Balanceo mi cuerpo al compás
de una marea de grasa,
reviento el suelo, me alzo dolorido,
lanzo piedras contra el muro de cristal,
soy un primate autista
que trata de comprender el valor
de una gota de lluvia.

Ellas me observan divertidas,
se contonéan con trazos etéreos y delicados,
me devuelven pedazos de alma envueltos
en papel de espejos.

-el aroma de la indiferencia-

Entonces consiento partirme en mil esquirlas
y ascender a la inmensidad del cielo
para jugar a emparejar estrellas
con recuerdos.

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