martes, 2 de octubre de 2012


Es un instante sereno, alejado del ímpetu que el exterior celebra.

Selene humedece con su luminiscencia el desfiladero,
a ambos lados sombrías murallas de maleza  ciñen la imagen,  
la resguardan del viento.
Espíritus y duendes se protegen del agua,
cubren sus pequeñas cabezas con pétalos de flores extintas,
se ocultan entre las demolidas piedras de algún caserón en ruinas.
Espantados por los truenos, se abrigan e invocan al creador de lluvia,
le entonan vetustas coplas que han de amansar su cólera.

-Señor del nirvana,
empapa el valle con tu sangre celeste,
siente inmediata la plegaria del orbe arcano,
Dios de la lluvia, creador de savia,
viste los campos con tus caricias,
abraza al pueblo misterioso,
resguárdalo de miradas maliciosas-

Fracciones de lluvia repiquetean  inquietas,
sustraen poemas a los moradores de los nimbos.
Acarician el olor a tierra mojada,
saborean las notas musicales, los ritmos ancestrales.

No hay comentarios:

Publicar un comentario