sábado, 31 de agosto de 2019

No distingo el sonido de las sirenas de los llantos de mi cabeza,
tiemblo, con el pañuelo tiñoso y amarillento bajo las sábanas,
cementerio de esperma, triste opositor a feliz insaciable.
Mañana será uno de esos días en los que no amanece,
me sentiré un privilegiado por tener la capacidad de elegir,
de sostener en una mano el futuro
en la otra el papel higiénico.

La nube se esfumó sobre las cuatro,
sus ojos eran péndulos cuando se abrió el cielo
y escupió bilis de rata,
aún así debí pasarlo bien,
un cerco de humedad en el colchón
y unas colillas de yerba indican que tocamos fondo,
si, debí pasarlo bien,
entre conciencias...

Ahora me transformo en pared,
en pared sucia con grietas y gotelé,
me desconcho a cada golpe de tos,
y dibujo caras de muertos con esputos de sangre
mientras siento como el techo cede segundo a segundo,
y sonrío al encontrar imperfecciones
en el espejo de la pared de enfrente.

Siempre repito la misma jugada,
lanzo los dados en este bucle de mierda,
y espero el impacto de la granada
en el óxido de mis arterias.

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