martes, 19 de noviembre de 2019

Es un día largo, se presenta gris, húmedo,
denso...
lo encaro algo cansado, con el gesto propio
de quien arrastra sus traumas
por el barro.

Si, es uno de esos días, pringosos y elásticos
como la melaza, como la miel,
como el pasado...

Me enfrento a la mañana con heridas en los dedos,
cansado de gestionar las convenciones sociales
de tragar desprecio,
cansado de pasear por la sombra.

Cinco minutos, no necesito más,
cinco minutos para pensar quién soy,
para hacerme fuerte, para creer en mí,
cinco minutos de egolatría, de autoerotismo virtual,
es como vomitar cuando llegan los aplausos,
como soñar con imágenes que se funden
y desaparecen,
imágenes que te muestran alternativas
que nunca serán,
que nunca serán,
nunca...

Cinco minutos, en el fragor de la miseria intelectual,
cinco minutos para levantar versos de cartón-piedra,
estúpidos versos que ascienden como el humo negro,
despiadados versos sin valor alguno,
apenas palabras que se asocian tendenciosas,
en busca de una profundidad errática, caduca:

Un corazón, un pequeño y frío corazón
de chocar contra muros de niebla
licuó en negro petróleo,
su dueño es un autómata de voz desnuda,
busca vida en las insondables grietas de la desesperación,
un errante que se estrella contra el rocío
de la mañana, y empapela
el atardecer,
con recuerdos que nunca existieron...

Mentiras y más mentiras,
fuegos de artificio,
cinco minutos.
Sigue el show:

Saborear el dolor,masticarlo,
sentir como penetra por los poros,
hacer del trauma religión,
no religión del trauma,
convertir en pálidas caras, manos macilentas
el envoltorio,
mientras suena el Black Parade y aspiras inconformismo,
y buscas entre el puñado de calles conocidas
un muro contra el que estrellarse,
o un cuerpo, frágil y delicado,
pelo negro, grandes ojos, rojos labios,
una sonrisa inquietante, dibujada a carboncillo
por el enterrador que resolvía el vuelo de las golondrinas
con el casio-calculadora que le robaron a Martha Thunberg...

Los cinco minutos se expanden, es evidente,
alcanzan masa crítica y se desperezan,
da igual, es lo mismo,
es tiempo suficiente para despejar de telarañas
el peor de mis temores:

Mi magia ya no te hace efecto.

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