miércoles, 12 de febrero de 2020

Sobre los cristales se desangra la noche,
de un gris oscuro, casi negro,
pruebo a empañar los espejos,
a difuminar el reflejo de este alma
de invierno,
luego, sobre la mueca fúnebre
dibujo una sonrisa con el dedo,
e imagino un pasado compartido
que incinere el cruel y sucio presente,
y me adapto a esa mentira,
me aferro a sus ramificaciones,
con los ojos en blanco,
con hilos de plata en las comisuras.

La noche se torna océano,
y navego por sus olas con anestesia en vena,
con polvo de diamante en los pulmones,
entonces, sólo entonces,
como un zombie orgulloso
de su naturaleza muerta,
respiro las últimas partículas de cordura.

Es cuando te siento más cerca,
cuando los paraísos se enfangan
y el aire transporta esencia de lluvia.

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