martes, 4 de enero de 2022



Manuel era buscador,desde el mismo momento de su concepción,
aún antes de adquirir una primitiva
conciencia,
Manuel buscaba,
lo que sea, cualquier cosa,
buscaba...

Una tarde lluviosa de octubre,
vestido el cielo con gasas grises,
Manuel giró sobre su eje,
sintió la caricia fría del agua,
el rugido sordo del tráfico,
las declamaciones sin sentido
de las ratas,
y perdido,
perdido y triste,
perdido, triste y mojado,
olvidó su último acto de amor,
olvidó la razón para amanecer.

Carente de impulso vital
Manuel dejó de buscar,
quedaron sobre sus zapatos,
tan sólo,
una micra de cordura
que pareciera diluirse bajo las aguas
de la paciencia.

Así fue cómo elevó al viento su descubrimiento,
lo mezcló con las sustancias
cancerígenas que se alzan
altivas en la atmósfera,
y,
dopado con la sangre de animales
muertos y sabia de malas hierbas,
como una enorme cabeza sin ojos
que gira variando la órbita
al compás de promesas invertidas,
imaginó ser un derviche ciego
que susurraba cánticos de esperanza
a los dijinns olvidados.

Abandonó la búsqueda,
ahorró energías enterrando historias
bajo toneladas de la sal oscura
de mares fantasmas.

Y así sucedió,
inevitable como el final de la felicidad.

Manuel se perdió en los márgenes
de una libreta en blanco,
con la esperanza de renacer,
como un suspiro en la niebla,
el aliento de la nada
vomitado en el ciberespacio.

Inevitable...

... como el túnel al final de la luz.

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