sábado, 28 de septiembre de 2019


Puedo recordar el momento exacto,
la génesis de esta aventura,
el serpenteante camino de grafito y arcilla
tembloroso...

Enmudecieron las musas,
el silencio se hizo hormigón,
y mis manos fueron llagas
golpeando la puerta,

así me di cuenta....

Siempre han tenido razón
esas voces en mi cabeza,
que en ocasiones me intimidan,
que me susurran mentiras
disfrazadas de certeza,
una sobre otra como una presa que contiene
el sudor que genera el pánico.

Nadie puede hacerme más daño que yo,
en eso soy maestro,
y en huir por el parque La Quinta
despejando mis angustias en las caderas
del olvido.

Ni musas, ni heridas,
ni pétalos de sal,
ya no queda nada...

Los versos se marcharon,
se aburrieron de marcar el camino,
convirtieron el rumbo
en una cinta de Möbius
dejándome mareado y solo.

Perdido en un laberinto invisible,
las paredes son de viento...

Es la hora, compañeros,
la hora de cerrar el puño y golpear el teclado,
de desgastar los ojos y las manos,
de cercenar las ilusiones,
de descartar las salidas.

De arrancarme del alma las ganas,
de enfangar las neuronas...

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