martes, 11 de mayo de 2021

Nada susurra el viento

cuando se filtra, descarado,

por las rendijas de mis traumas.


Se evaporó el valor de aquellas charlas

ahora perdidas en el tiempo.

Aquellas pisadas de caballos desquiciados,

las oníricas imágenes,

los dedos empapados en orgasmo,

tiempos febriles de los que nada queda.


Nunca rocé el olor de su sexo,

no sentí el calor húmedo

de su lengua,

no hizo falta,

no fue necesario para ausentarme

cada madrugada de la realidad,

y amanecer saciado

regando con esperma sus palabras.


Aún así no lo echo de menos,

no podría

aunque deseara con todas mis fuerzas

asir su cintura,

no lo echo de menos porque

dentro de mi estúpida sonrisa

se esconde un terrible monstruo

egoísta,

un yonki narcisista,

un depredador de la mentira

que se empalma

soñando en braille.


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