viernes, 2 de julio de 2021

TRILOGÍA DEL FANGO

I. DE LOS MALOS


Soy de los malos,

lo sé.


Soy de los malos,

de los que esconden la cabeza

bajo irónicas sonrisas.

Mal amigo,

mal compañero,

mal poeta...


El día acaricia la noche,

en ese mínimo instante

la careta deja de ser rostro,

la venda desaparece,

y la frialdad que desprendo

consigue despejar la oscuridad,

convierte en gélido vaho

los aullidos fantasmales

de los futuros no vividos.


En ese momento único,

puedo dejar de fingir

que vivo siempre en carnavales,

dejo el escenario

y abandono la obra en mitad

de la actuación.


No me reconozco,

sé quién soy,

miro en los reflejos de los charcos,

en las esquirlas de los espejos,

recuerdo lo que el primer loco

me dijo aquella noche,

eres piel de jabón,

y el resto de personas corrientes

de aire

que se perdieron rumbo al centro

de la nada.


Hoy sopla el viento del este,

soy una mala hierba,

libre,

fuera de lugar,

silvestre, siempre estorbando,

suelto mis semillas

obviando las consecuencias.

Soy de los malos.


Soy de los malos.

soy seguidor del primer loco,

aquel primer estúpido

que pensó en verso,

el heredero de los errores en cadena,

una línea roja dibujada

bajo la lluvia.


II. FATAL DE LA PUTA CABEZA


Como motas de polvo en suspensión

las imágenes se elevan juguetonas,

se mezclan las vivencias

y copulan con fábulas oníricas

del subconsciente.


Me olvido del mundo,

olvido tu nombre, tu rostro,

tus ojos bizqueando juguetones

a centímetros de mi glande,

¿eras tú?...


Vuelta a empezar,

fatal de la puta cabeza.


Ahogándome en un océano de sal,

retando a la gravedad,

lamiendo restos de verdad

en las mentiras acumuladas

en la habitación,

bajo la almohada.


Un vuelo,

la certeza de flotar anestesiado

a 9'8 metros por segundo.

Siento cómo las silenciosas neuronas

recobran la fe ante la ausencia

de un final perfecto.


Fatal de la puta cabeza.


Tanto, que vomito perdices

envueltas en señales de auxilio,

y grito consignas arbitrarias,

que resuenan en los edificios vacíos,

observo las ondas sonoras

barriendo las calles desiertas,

y pienso si aún duermo,

si acaso el viaje llegó a término,

o si, simplemente,

estoy fatal de la puta cabeza.


III. PAZ


Ánimas, dejadme en paz,

quiero seguir perdido

en medio de este océano de sombras,

disfrutar del camino

sin sentido

que me conduce a la nada.

Dejadme seguir

con mis pensamientos tristes,

con la falta de oxígeno,

con la empatía justa

para no convertirme en psicópata.


Envidio las vidas sencillas,

los valles emocionales,

la falta de conciencia global,

envidio a los creyentes,

a los adoradores

de uno u otro estrambótico

poder

celestial.


Envidio las certezas,

sin más,

la clarividencia,

delegar responsabilidades.


Dejadme en paz,

por favor,

dejad de reír cuando río,

dejad las muestras solemnes

cuando desvarío,

dejad de señalar con el dedo

cada vez que altero

la percepción de la realidad.


No quiero hacer más.


Soy así,

es sencillo,

un recipiente que se agota,

un amasijo de sangre y vísceras

que lentamente necrosan.


No hay más,

ni verbo

ni imagen

ni silencio.


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