domingo, 24 de julio de 2022

 Ya no canta baladas tristes

la morsa aguardentosa,

debió ahogarse en las corrientes

doradas.

Dejó tras sus notas el silencio,

y un aroma de pérdida

intangible.

Echaré de menos su melodía,

como se echa de menos

el zumbido de las moscas

en agosto,

tal vez vierta alguna lágrima,

pequeña y plateada,

como una perla raquítica

que busca desvanecerse

en la arena mojada.


Siento dulce la nostalgia,

sobre los recuerdos

dibujo estrellas

con tinta de neón,

son mariposas laringólogas

que buscan con un sutil aleteo

la mezcla perfecta de humores

aéreos,

casi un pellizco de nervios

que se expande en ondas

asimétricas por los valles

perdidos del estómago.


Y me aferro a los paisajes rugosos,

oxidados,

a las palabras en morse,

a las heridas infantes

que cicatrizan y se abren

en un bucle enfermizo.


Ya no canta la morsa aguardentosa,

sus crías bucean desprotegidas

bajo las peligrosas aguas del olvido.


El oleaje se las llevará,

como se llevó el recuerdo de su voz,

como desdibujó los rasgos de su rostro...


...con esa fría crueldad

funciona la realidad

en los márgenes

del surrealismo.

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